
Recordando sus virtudes y algunas anécdotas, los concurrentes destacaron su permanente contribución al desarrollo del deporte de la bocha y el stick de la entidad Albinegra y sus valores transmitidos prácticamente.
Jugadores, dirigentes, colaboradores e inclusive allegados de otros clubes tomaron parte de la evocación, que tuvo lugar en un sector del perímetro de la cancha de hockey sobre césped de El Plumazo, uno de los elegidos por Emilio para seguir los partidos. Allí se plantó un ejemplar de gran simbología: un árbol de pata de vaca, que se caracteriza por sus hojas perennes y amplias propiedades medicinales.
De corazón a corazón
“Hizo miles de obras de bien sin pedir nada a cambio, porque todo lo hacía con el corazón, con generosidad y buena predisposición”, expresaron Agustina Pianello Galli y Lucía Dibur a la concurrencia, que conformó una gran postal con el sistema lumínico de la cancha detrás, uno de los grandes legados del recordado.
“Todos los que tuvimos la dicha enorme de compartir camino con vos no dudamos de que dejaste todo en la cancha, transpiraste la camiseta por la familia y por tus seres queridos, por este club, pero sobre todo por este hermoso deporte. Todo sea para que los demás estuviésemos mejor”, se destacó.
“Fuiste, sos y serás la persona con el corazón más grande que ha pasado por este club… Estarás renaciendo en los corazones de todos nosotros todo el tiempo… Te llevaremos atado al alma”, se continuó, antes de que sus familiares rellenen con tierra el espécimen enterrado.
“Muchas gracias”, alcanzó a repetir Silvina, la viuda, antes de que su voz se ahogue en llanto.
Un cerrado y respetuoso aplauso alentó a los Etienot en el cierre del acto, que tuvo continuidad con un partido informal entre jugadores de ambas ramas y un almuerzo de camaradería.
Minutos después, las nubes se fusionaron y el cielo se encargó de darle un primer gran riego al nuevo símbolo de vida de El Plumazo.